viernes, 24 de agosto de 2007

Viajar a Francia

La tierra del café au lait a 5 dólares no es precisamente el destino más barato de Europa, pero eso no significa que haya que atracar un banco para visitarla.

Los turistas más ahorradores pueden sobrevivir con 40 dólares al día, aunque esto implique alimentarse únicamente con brie y baguettes en el parque. Para gozar de una gastronomía más variada y un alojamiento más cómodo, es necesario un mínimo de 80 dólares. Por supuesto, para los amantes del Don Perignon estas cifras no cubren siquiera las pourboires (propinas) diarias; para darse la gran vida, hay que disponer de 200 dólares en adelante. Los descuentos para jóvenes y ancianos son bastante corrientes.

La forma más segura y conveniente de manejarse en Francia es con cheques de viaje; los admiten prácticamente en todas partes, sobre todo en las grandes ciudades y los centros turísticos. Los bancos y las casas de cambio son más rentables para los cheques de viaje que para el dinero en efectivo; el banco que mejores tipos ofrece es Banque de France. Los cajeros automáticos aceptan las principales tarjetas internacionales; las compras realizadas con esta forma de pago se benefician de un tipo de cambio excelente. Dejar o no propina queda a juicio del viajero; aunque en las facturas de los restaurantes y los alojamientos se añade entre un 10 y un 15 por ciento del importe, la mayoría de gente agrega algunas monedas si están satisfechos con el servicio.

La mejor época para visitar el país es la primavera, ya que el clima es sublime; en el mes de mayo, las playas reciben un gran número de turistas. Las temperaturas en otoño no son malas, pero sus días cortos implican menos luz solar; por otro lado, el frío empieza a hacerse notar hacia finales de temporada, incluso en la Costa Azul. En invierno, los Alpes franceses y los Pirineos son el lugar perfecto para disfrutar con la nieve, aunque durante las vacaciones escolares de Navidades se ven multitud de chiquillos uniformados deslizándose por las pendientes. Desde mediados de julio hasta finales de agosto, la gente de la urbe se toma sus vacaciones para veranear en la costa o en las montañas. Lo mismo ocurre en febrero y marzo, fechas en que las ciudades tienden a quedarse prácticamente desiertas.

A los franceses les gustan las celebraciones; todos los años numerosas ciudades ofrecen música, danza, teatro, cine o eventos artísticos. Cada pueblo tiene sus propias ferias y fiestas que conmemoran desde los santos locales hasta el progreso agrícola. A finales de mayo, Saintes-Marie-de-la-Mer, en Provenza, es el escenario de un festival gitano donde se honra a Sara, la santa patrona de los gitanos. Esta fiesta se caracteriza por sus animados cantos y danzas. Las fiestas nacionales más destacadas son el 1 de mayo, cuando la gente se regala muguet (lirios del valle) y el Día de la Bastilla (14 de julio), que se celebra lanzando petardos con los amigos. Los eventos regionales incluyen: los peripuestos desfiles de prêt à porter en París (a principios de febrero); el reluciente y encorsetado Festival de Cine de Cannes (a mediados de mayo); el Festival Internacional de Música de Estrasburgo (tres primeras semanas de junio); el teatro principal y alternativo del Festival de Aviñón (desde mediados de julio hasta mediados de agosto) y el Festival de Jazz de Nancy (del 9 al 24 octubre).

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