jueves, 23 de agosto de 2007

Viajar al Reino Unido

Si Inglaterra ya es sumamente cara, Londres lo es más aún. Para una supervivencia mínima en esta ciudad se necesitan unos 35 dólares al día (esto sólo incluye alojamiento en un albergue, una tarjeta de transporte y subsistencia básica). Visitar algún punto de interés o disfrutar de un poco de vida nocturna puede suponer, fácilmente, otros 25. Comer en un restaurante y dormir en un hotel eleva la suma a 90 diarios. Los precios bajan al salir de la gran ciudad, en especial si se dispone de un abono y de la posibilidad de hacerse la comida uno mismo; aun así, son necesarios 30 dólares al día.

Alojarse en un Bed and Breakfast (alojamiento con desayuno), comer en un restaurante y no escatimar en entradas supondrá alrededor de 65.

Los cheques de viaje se aceptan en todos los bancos ingleses, y resulta ventajoso comprarlos directamente en libras esterlinas para evitar pagar comisión dos veces. Las entidades bancarias de Londres exigen unas retenciones escandalosas, por lo que, para evitar sorpresas, es mejor acordarlas de antemano. Sin embargo, las casas de cambio del aeropuerto son una excepción, pues cobran menos comisión y canjean los cheques de viaje de forma gratuita.

Hay cajeros automáticos (ATMs) por toda Gran Bretaña, que operan con las principales tarjetas de crédito. No obstante, si una máquina se traga la tarjeta puede ser una auténtica pesadilla: la mayoría de los bancos insiste en partirla en dos y enviarla a la sucursal a la que pertenece.


Comer en un restaurante inglés implica, si se ha disfrutado de la comida y del servicio, dejar una gratificación del 10 por ciento de la cuenta. El personal recibe, a menudo, un salario muy bajo, ya que se presupone que las propinas lo compensarán. Algunos restaurantes incluyen un recargo por servicio en la cuenta, en cuyo caso no es necesario pagar nada más. Los taxistas esperan recibir también el 10 por ciento de la carrera, especialmente en Londres.

Todo aquel que pase bastante tiempo en Inglaterra simpatizará con la obsesión local por el clima, aunque en realidad éste es relativamente suave y no llueve tanto como se cree. Los meses menos acogedores para los visitantes son de noviembre a febrero: hace frío y los días son cortos. Marzo y octubre son impredecibles y, aunque los días son más largos, sigue haciendo frío. La mejor época es, sin duda, de abril a septiembre; es entonces, naturalmente, cuando todos los monumentos están abiertos y la gente acude a visitarlos. Julio y agosto son el período de mayor actividad y, de ser posible, conviene evitarlos.

Como ejemplo de esta advertencia, basta con ver el gentío que se agolpa durante esta temporada en la costa, en los parques nacionales, en Londres y en poblaciones tan populares como Oxford, Bath y York.


Para los amantes del deporte, a finales de marzo se celebra en Londres, en el río Támesis, la tradicional carrera anual de remo entre las universidades de Oxford y Cambridge. El primer sábado de abril le llega el turno a la famosa y reñida competición de obstáculos del Grand National en Aintree, Liverpool. El campeonato de fútbol de la Copa de la FA alcanza su punto culminante en mayo, en el estadio Wembley de Londres, y a finales de junio comienza el Torneo de Tenis sobre hierba en Wimbledon. La regata de remo Henley Royal, en Henley-on-Thames, es otro acontecimiento de junio y, para acabar, a últimos de julio, en la isla de Wight, es el momento de la fantástica regata de yates de la Semana de Cowes.


Los que no estén interesados en los torneos deportivos, deberían pasarse por la Chelsea Floral Show (feria de flores de Chelsea), que se celebra en el Royal Hospital de Londres en mayo. También es interesante contemplar el boato del Trooping of the Colour por el cumpleaños de la Reina, a mediados de junio; la extravagante bacanal del Festival de Música de Glastonbury, que inunda las explanadas de esta localidad, también en junio, y el alborotado carnaval caribeño del barrio londinense de Notting Hill, a finales de agosto.

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